Evaluación


Se produce el aprendizaje cuando hay un evidente cambio en la conducta. Se evalúan los fenómenos que son medibles y observables, productos de estímulos y respuestas. Durante el proceso de aprendizaje no se tienen presente la motivación o el pensamiento, puesto que no son aspectos medibles ni observables.

La evaluación está establecida en pruebas objetivas, como test y exámenes basados en los objetivos propuestos. El estudiante aprobará y obtendrá un premio cuando se observe el cambio de conducta que se ha trabajado durante el curso.

La evaluación se centra en el producto, es decir, en las ejecuciones mecánicas de las acciones repetitivas sin dar cabida a la reflexión sobre la conducta ejecutada, las cuales deben ser medibles y cuantificables y el criterio de comparación a utilizar para su valoración son los objetivos establecidos. Para el enfoque conductista, no importa el cómo los estudiantes lograron el aprendizaje, lo importante son las notas obtenidas. El logro del objetivo es primordial, y no se ve la necesidad de contemplar la manera de llegar a él o la influencia de los aspectos psicológicos, humanistas o cognitivos dentro del mismo.

La evaluación tiene como propósito recoger los resultados finales del proceso y valorar la eficacia del mismo en función de los porcentajes de obtención de los objetivos prefijados. Esta centralización en el logro de objetivos ha echo del examen (oral y escrito) la herramienta por excelencia para medir los conocimientos que el alumno ha de demostrar como evidencia de su rendimiento o capacitación. Por ser un paradigma un tanto rígido, no se contemplan aspectos dentro de la evaluación como pueden ser la actitud, la participación, la asistencia, trabajo colaborativo o aplicación del conocimiento a problemáticas.

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